EDITORIAL
Un reto compartido
Child and adolescent gynecology: A shared challenge
Recibido: 21-09-2022
Publicado: 30-12-2022
Revista MetroCiencia
Volumen 30, Número 4, 2022
ISSNp: 1390-2989 ISSNe: 2737-6303
Editorial Hospital Metropolitano
Seamos sinceros, cuando pensamos en la ginecología y la pediatría se nos viene a la cabeza un acto médico puntual: el nacimiento. Nos ven juntos como equipo, pero tras el nacimiento del paciente pediátrico, dejamos atrás esta unión y nos centramos en nuestro paciente.
Con el tiempo, los pediatras, en nuestro proceso formativo, reservamos los problemas ginecológicos para los especialistas de esta rama y consideramos que la patología es propia y exclusiva de los ginecólogos, olvidando que en nuestras manos están niñas, con aparatos reproductivos en desarrollo y susceptibles a procesos malformativos y alteraciones endocrinológicas propias de edades infanto-juveniles.
La Organización de las Naciones Unidas nos dice que en la actualidad la población joven (10 a 24 años) de la región de las Américas es la más numerosa de la historia del continente, llegando a 237 millones, y se prevé su disminución hasta llegar a 230 millones al 20301.
Hoy en día, se da especial importancia a la sexualidad como parte del desarrollo integral del paciente pediátrico en todas sus fases. No podemos hablar del desarrollo físico o conductual de un niño sin tomar en cuenta el desarrollo sexual. Así es como tenemos cada vez más motivos de consultas relacionados con la patología ginecológica en niñas, que van desde problemas como sinequias, telarquia, vulvovaginitis, hasta amenorrea y consejería sobre anticoncepción oral.
El objetivo de este artículo no es para nada meterse en el incómodo terreno sobre aspectos de género, sexualidad infantil o derechos reproductivos. Pero no es para nadie un misterio que el inicio de la vida sexual en nuestra población infantil es cada vez más precoz, ni que el índice de embarazos en mujeres adolescentes es cada vez más alto, o que el abuso sexual a niñas y adolescentes se ha convertido en un problema endémico en nuestra sociedad, así como la cantidad de enfermedades de transmisión sexual entre adolescentes2. Cuando una niña o mujer adolescente está embarazada y da a luz, el médico pediatra no trata a un paciente neonato, su joven madre también es su paciente.
Es justo que el especialista en pediatría se encuentre a la altura de las circunstancias y responda a las necesidades de su paciente y esté en capacidad de resolver su consulta o, en su defecto, sea capaz de apoyarse en especialistas de la ginecología que ayuden a dar el mejor enfoque posible a la patología ginecológica pediátrica respetando aspectos que van de la mano con la sexualidad como la religión, cultura y madurez emocional propia de la edad de la paciente pediátrica y de sus padres. La ginecología infanto-juvenil es una rama de la especialidad pediátrica que está en vías rápidas de desarrollo, pero en países como el nuestro, todavía se encuentra en el olvido gracias a estigmas sociales, culturales, teológicos y hasta indiferencia del sistema educativo médico que no incluye sus mallas de formación a esta importante en sub especialidad de la rama pediátrica; por ello la importancia del artículo de revisión que se publica en este número de MetroCiencia3.
En nuestro país, apenas hemos dado pasos pequeños desde hace 30 años y, hasta el día de hoy, no hemos sido capaces de implementar servicios de ginecología infanto-juvenil con equipos multidisciplinarios de especialistas en el sector público, capaces de resolver los múltiples problemas que se presentan a quienes trabajamos en sectores vulnerables de nuestra ciudad, ni hablar de atención especializada en el interior del país. Debemos enfatizar en aspectos básicos del examen clínico ginecológico en pediatría y responder a la necesidad de nuestros pacientes: conocer e incorporar programas de seguimiento en poblaciones de riesgo, el examen ginecológico de forma rutinaria como parte del control médico, la toma de muestras de ser necesario, y por supuesto, el conocimiento de la normativa legal y los protocolos institucionales, como el código púrpura en pacientes pediátricos.
Entonces, es necesario en un futuro no muy lejano plantearnos objetivos alcanzables, reales y prácticos para conformar verdaderas unidades de atención médica con un equipo multidisciplinario de profesionales con formación y acreditación docente, estructura física adecuada al tipo de paciente y atención a realizarse, medios de diagnóstico de última generación, un sistema de registro moderno y acompañamiento legal permanente para los casos de violencia de género4. Solo de esa forma podremos cumplir con una deuda que tenemos desde el gremio médico para un grupo de atención vulnerable y de especial abandono por el sector público de la salud en nuestro país.