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Ecuadorian paleopathology. El bocio
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Publicado: 15-01-2024
DOI: 10.47464/MetroCiencia/vol32/1/2024/12-19
*Correspondencia: enrihermida@gmail.com
Sin entrar en detalles del cuadro clínico, tampoco anatomo-patológico, diré que El bocio, vulgarmente conocido como coto, es el aumento anormal del volumen de la glándula tiroides, refleja el defecto de la síntesis de las hormonas tiroideas, generalmente causado por una alimentación deficitaria de yodo.
El cuadro clínico definido por hipertrofia de la glándula tiroides (bocio o coto), nerviosismo, sudoración, exoftalmos (ojos saltones), se conoce también con los nombres del cirujano irlandés Robert James Graves (1796-1853) y del médico alemán Carl Adolph von Basedow (1799-1854) y se denomina enfermedad de Graves-Basedow.
Esta enfermedad hipotiroidea asociada con el cretinismo, es una patología milenaria. Según Quervain y Wegellin (1936). El origen de la palabra “cretino” probablemente proviene del latín chistianus= cristiano, “cristiano” o “cristín” en el dialecto del sur-este de Francia, refiriéndose por asimilación a “buen cristiano”, por la inocencia que presentan estos individuos16.
Una posible explicación de la fonación sería el aspecto monstruoso y las graves alteraciones intelectuales del cretino, que lo acercan al mundo de las fieras. Los familiares intentaban remediar este estado mediante el bautismo…” el cretino debido a su idiotez es incapaz de cometer pecados. (Dentro de la liturgia católica, la sal se considera símbolo de pureza, de ahí que, en la ceremonia bautismal, el bautizado reciba unos granos de ese mineral para asegurar su alegórica purificación”. En la Biblia, la sal es un medio simbólico de unión entre Dios y su pueblo Levítico2,13.
La primera aproximación a la causa dEl bocio se registra en el libro chino Shan Khai Tsing (770-220 a.C.). En ella se atribuía a la baja calidad del agua. Los esfuerzos terapéuticos dirigidos al bocio están repostados en documentos desde el año 2800 a.C. El emperador chino Shen-Nung (2838-2698 a. C.) mencionó El bocio en su tratado sobre hiervas y raíces, y recomendó algas marinas como un remedio efectivo17.
Posteriormente, durante las dinastías Han (206 a. C.-220 d. C.) y Wei (200-264 d. C.), se plantea que podía ser “consecuencia de las emociones mentales profundas”. “En el siglo I a.C., un ingeniero militar y arquitecto romano llamado Vitruvio Pollión, quien sirvió bajo Julio César, hizo notar la abundancia de bocio entre los indígenas alpinos y atribuyó sus “tumidum guttur” (inflamaciones de la garganta) a la baja calidad del agua que tomaban”.
En escritos de los romanos del siglo I d. C. se hace alusión a la constante presencia de bocio en los Alpes; los trastornos tiroideos en los Alpes son referidos hasta en poemas.
Galeno en el siglo II d. C. y Oribasius, en el siglo IV d. C., conocían los beneficios de la esponja marina quemada para el tratamiento dEl bocio.
En la India, el principal libro médico de la antigüedad, Sushruta Samhita (escrito entre los siglos III y IV a. C. y atribuido a Sushruta, habla sobre la enfermedad.
En el siglo IV a. C., Hipócrates pensó que El bocio era una deformidad de las glándulas cervicales, causada por beber agua de nieve17.
Un avance significativo en el camino a la profilaxis para bocio fue hecho por Boussingault, científico francés, quien recomendó en 1831 la adición de pequeñas cantidades de yodo a la sal doméstica para prevenir El bocio10.
En 1929 el antropólogo Morse, aprendió de los tibetanos a usar garganta de animales o aceitunas deshidratadas de la India para tratar El bocio10.
Así como larga es la historia dEl bocio, igualmente amplia es la bibliografía sobre los diversos tratamientos, particularmente en América del Sur.
Remontándonos miles de kilómetros y años, la literatura nos trae la cita: “La tradición afirma que la ciudad de San Miguel de Tucumán, fundada en 1565 en el margen del río Pueblo Viejo, debió ser trasladada 120 años después al sitio que actualmente está, en vista de que la población se estaba volviendo idiota. Sabemos muy bien que toda clase de retardos mentales fueron atribuidos al bocio en las regiones donde existía, lo que hoy es inaceptable, pero las insuficiencias tiroideas pueden dar idiotas y cretinos”10.
“La primera mención sobre bocio en Sur América data de 1814 y fue hecho en Chile, pero el primer reporte definitivo de bocio data del año 1638 y cita: “Sólo en las tierras de Cuzco y Chuquisaca hay alguna agua que, a tal, o tal persona crían hinchazones en las gargantas, que llaman cotos”17.
En 1793 el conde Maule, don Nicolás de la Cruz y Bahamonde, aporta las primeras referencias dEl bocio en Mendoza, escribe que en la posta de Corocorto (hoy Desaguadero) el encargado de ella era una persona oriunda de Malta, con tres hijos, y que todos incluso sus esposas padecían de coto en la garganta”10.
En 1821 el viajero Peter Schmidt Mayer, que pasó el verano de 1821 en Mendoza escribió: “…en igual forma hombres y mujeres y se dice que las 4/5 partes de la población de Mendoza, podia verse; bien con un tumor marcado de la glándula tiroides o bien con cuellos hipertrofiados. La elevada frecuencia de bocio se conocía desde hace dos siglos en Mendoza, ciudad habitada por un pueblo de cotudos. El Censo Nacional de 1869 muestra que Mendoza con 65.413 habitantes es la provincia con más bocios, 2,7% de la población tiene bocio visible10.
Alexander Von Humboldt (1769-1859) aseguraba que Bogotá estaba libre de bocio hasta la década de 1790. Luego se volvió una enfermedad muy común, para disminuir y aumentar su prevalencia sucesivamente en los años siguientes17.
En Europa, en el periodo colonial, los conquistadores procedentes de zonas bociógenas de los Pirineos, Santander, Burgos, Asturias, Galicia y León, Jaén y Granada, al establecer vínculos consanguíneos con nuestros aborígenes, contribuyeron a la mayor incidencia del bocio en el país, según refiere Gregorio Marañón5.
El bocio endémico ocurre en zonas geográficas donde la tierra, el agua y los alimentos, contienen bajas concentraciones de yodo, son especialmente comunes en varias zonas montañosas alrededor del mundo, como los Alpes, Himalaya y nuestra cordillera andina.
La palabra Andes deriva de andesita, su principal material geo-mórfico, y tobas (cenizas) carentes de contenido metaloide y pobrísimo en yodo), de allí la presencia de numerosos casos de bocio en la Sierra ecuatoriana, desde tiempos inmemoriales.
Dice Perinetti10 que los “…análisis de crónicas, como las de Guamán Poma, Fray Bartolomé de las Casas de fines de 1500 y mediados de 1600, Garcilaso (1609), hacen poca referencia al coto” …lo mismo sucede con los dibujos y pinturas de la época”.
En nuestros territorios, desde tiempo anteriores a la llegada de los incas, la enfermedad dEl bocio se la conocía con el término de “coto o cutu”, palabra que, en el idioma quechua tiene el significado de “montón o montaña” y en dialecto ecuatoriano significa “montón o papera”, Jijón y Caamaño escribe “koto” y para el general Perrier, la palabra “coto” es una transcripción de “cutu”.
En la Sierra ecuatoriana existen muchos nombres toponímicos que llevan el prefijo o sufijo “coto” que además de señalar a la persona, utilizan para identifican sitios geográficos como nevados, montañas o lugares de asentamientos humanos desde tiempos precolombinos.
En la provincia de Pichincha tenemos: Cotocollao, Conocoto, Cotopilaló, Luluncoto por citar los más conocidos. En la provincia de Cotopaxi: Pilacoto, Yacoto, Kotosigcho, en Tungurahua: Chinchicoto, en Bolívar: Yacocoto, Yacoto, Chapacoto, nombres con zonas bociógenas, relacionadas con la hidrografía y orografía, situadas al pie de nevados y que han sido descritas desde mucho tiempo atrás como zonas bociógenas5.
Sobre la historia del bocio y la sal en Ecuador, tenemos la siguiente información:
El Dr. Ricardo Descalzi en los tres volúmenes de La Real Audiencia de Quito Claustro de los Andes, en el volumen primero año 1536 páginas 92 y 227 hace referencia a las salinas en el pueblo de Mira y a los depósitos de sal y graneros de trigo. En el volumen segundo (año 1600) páginas 76, 78, 83, 217, 225 hay referencias sobre que la corona debe administrar la sal, la venta a precio justo y la libre explotación de la sal1.
El investigador ecuatoriano Dr. Rodrigo Fierro escribe que: “Gracias a la acuciosidad del doctor Eduardo Estrella, médico historiador, llegó a nuestro conocimiento la primera información documental sobre El bocio como problema de salud pública en lo que hoy es territorio ecuatoriano. “En efecto, en el Libro de Cabildos de la Ciudad de Quito; 1650-1657, se señala que en 1651 el Cabildo decidió llamar a un médico de Latacunga especialista en bocio…“como se sabe en el asiento de Latacunga está un médico cirujano que se llama licenciado Francisco Días Punienta, y que es muy científico en la medicina, de todos los achaques, y, particularmente, en curar cotos, que este achaque es muy general en esta provincia y ciudad, y particularmente en la gente pobre, y que consta a todos que no se halla persona que entienda la cura de este achaque. Se propone que hagan todas las diligencias, para que venga a esta ciudad”2.
Un autor anónimo escribió: “El coto fue considerado una enfermedad monstruosa que se propaga rápidamente en la república de Nueva Granada (Gran Colombia). Es una enfermedad repugnante cuyas consecuencias inmediatas presentan el estado más deplorable que pueda verse en la especie humana (Reflexiones sobre la enfermedad que vulgarmente se llama coto, Santa Fe de Bogotá, 1794, autor anónimo)10.
El médico historiador Paredes B. escribe que Francisco José de Caldas fue el primero en mencionar la palabra COTO y hablar sobre ella, y el primero en mencionarla en francés goitre=bocio, fue Humboldt8.
“Alexander Humboldt (1769-1859) aseguraba que Bogotá estaba libre de bocio hasta la década de 1790. Luego, se volvió una enfermedad muy común; en 1802 Humboldt y Aimé Bonpland llegan a Quito. “Durante ese año, Humboldt pudo darse cuenta de la gran endemia bociógena existente en muchas de nuestras comarcas andinas y de ciertas particularidades de la enfermedad; con datos recogidos especialmente en nuestros pueblos, de regreso a Europa, en 1824, publicó su interesante artículo sobre la enfermedad”5 “… observó que algunos de los habitantes habían aprendido a buscar sal en ciertos depósitos naturales…”16.
En tiempos de la colonia, Francisco José de Caldas (1768-1816), científico colombiano en sus reseñas: “Viaje de Quito a la costa del mar Océano Pacífico por Malbucho”, realizado en 1803, refiriéndose al pueblo de Salinas en la provincia de Imbabura y como se extraía la sal dice: “…se pondera su virtud para destruir los cotos, y se alegan muchos ejemplares. En Quito y en toda la provincia se mira como específico para esta terrible enfermedad”5.
Caldas hizo la siguiente observación: “El coto, la más terrible de las enfermedades que, atacando la garganta, ataca también el cerebro y las facultades, cuyos defectos destructores llegan hasta los productos de la generación, que hace que el padre no se reproduce sino en un estúpido o en un insensato. Esta espantosa enfermedad se ha propagado maravillosamente en el reino (El Nuevo Imperio de Granada)”.
Este mismo científico (Caldas), en el año 1805, cuando realizó otro recorrido por nuestro país, describió: “Al norte de Quito hay un fenómeno bien singular. Los hombres que viven en las faldas y al pie del Corazón, que beben las aguas minerales o volcánicas que manan de sus pendientes, tienen cotos, y abundan allí los insensatos, los estúpidos y los mudos5.
En la literatura médica se reconoce que Jean Baptista Boussingault (1801-1887) fue el primero que recomendó en 1813 la adición de pequeñas cantidades de yodo a la sal, como medida preventiva contra El bocio. Este químico-agrónomo encabezó la delegación científica que desde Francia viajó a la Gran Colombia10.
Boussingault vivió en Ecuador de 1825 a 1833, encontró trazos de yodo en las sales de Mira y Tomabela y llegó a la siguiente conclusión: “Al uso continuo de esta sal deben los habitantes de esta provincia el privilegio de carecer de coto”. En otra parte Boussingault cita que “(El bocio) es endémico cuando no se usa sal yodífera. En los alrededores de Quito comienzan ya a verse cotos (bocios) justamente en donde la sal de Mira se sustituye de la punta de Santa Elena”2.
El historiador ecuatoriano González Suárez en su obra escrita en el año 1890 dice: “Las tribus de la costa de Esmeraldas habían descubierto el modo de purificar la sal marina por medio de legía, hecha de ceniza de las raíces de mangle quemadas: mezclaban ese legía con el agua del mar y la hacían hervir hasta que cuajara, y después separaban la ceniza de la sal”4.
El médico peruano, historiador de la medicina Uriel García Cáceres en su obra: “Juan del Valle y Caviedes: Cronista de la Medicina”, nos presenta la fotografía de un dibujo de la época (Pág. 81. Fig. 9) cuyo pie dice: “La exitosa extirpación de un bocio (coto), practicada por el cirujano Rivilla, en Lima, alrededor del año 1691, fue la primera realizada en el mundo. Llenó los indispensables requisitos para este crédito: la identificación del paciente, su historia clínica, el relato del procedimiento quirúrgico (con accidentes y complicaciones) y, por último, la larga sobrevivencia del paciente”3.
En otra fuente bibliográfica encontramos que el cirujano suizo Emil Theodore Kocher (1841-1917), publica su primer trabajo sobre la extirpación dEl bocio. Se le concede el Premio Nobel el 28 de octubre de1909 por sus trabajos en el campo de la fisiología, patología y cirugía de la glándula tiroides18.
En consideración que el cloruro de sodio o sal yodada, también conocida como sal de mesa, es el tratamiento ideal para: metabolismo del cuerpo, desarrollo de los huesos, el cerebro durante el embarazo y la infancia y cuya deficiencia en la alimentación produce El bocio, voy a referir algunos datos históricos.
Hacia 1920, en Suiza, especialmente en las zonas de altas montañas como en los Alpes, se adiciona por primera vez, yodo a la sal de cocina, para evitar El bocio.
El arqueólogo ecuatoriano Ernesto Salazar en su amplio trabajo de investigación y abundante bibliografía sobre Historia de la sal en el Ecuador Precolombino y Colonial dice: “La literatura sobre la sal es relativamente abundante, tanto a nivel técnico, en torno a su uso o explotación, como a nivel cultural y simbólico en cuanto a su consumo. El Ecuador tiene muy poca literatura al respecto…Queda claro que arqueológicamente no hay evidencia alguna de consumo y explotación de sal…”.
En otra parte de su escrito, compara con otros países del área andina: “En Ecuador, en cambio, su utilización es casi nula en la medicina tradicional. Más aún, fuentes generales, como la Medicina aborigen de Estrella (1977) y el Diccionario del folklore ecuatoriano de Carvalho-Neto (2001), no hacen referencias a la sal”12.
En los numerosos escritos del arqueólogo Salazar, no encontré estudio alguno sobre la representación dEl bocio en piezas cerámicas.
Para cerrar este tema de la sal común en la dieta, referiré ligeramente un hecho histórico:
En la ciudad de Cuenca en el año 1925, la falta de este necesario mineral fue el detonante de un levantamiento indígena y de la población que terminó con muertos y heridos, según refiere el escritor Octavio Sarmiento en: “El levantamiento indígena de 1920 y huelga de la sal en Cuenca en 1925”14.
Retornando al título y motivo de esta revisión, debo puntualizar que, en la información recolectada, existen algunos vacíos de investigación, y por ello las siguientes acotaciones:
“La arqueología no nos ha aportado datos que pudieran servirnos en el estudio de la antigüedad del mal, por la sencilla razón de que los pueblos de la sierra, en donde predominaba con mucha probabilidad la enfermedad, habían cultivado muy poco la cerámica antropomorfa; de allí la razón por la cual no se hayan encontrado piezas arqueológicas con representación dEl bocio.”5. (El Dr. León considera que la cerámica es la única fuente de estudios de paleopatología.)
El mismo autor en páginas anteriores de su escrito dice: “…la abundancia de bociosos y cretinos ha impresionado tanto a nuestros artistas, que no es raro ver en los pueblos de la Sierra esculturas religiosas y lienzos de imágenes y de personas con bocios gigantes…”5.
Según Greenwald: “Los pocos ejemplos de cerámica prehispánica que muestran abultamiento en el cuello, son pocos y discutibles, lo mismo sucede con los dibujos y pinturas de la época…Las pocas evidencias de culturas prehispánicas en nuestro medio, hacen que no podamos aportar nada a la polémica9.
Igual mención trae Paredes B. “Lo de la cerámica antropomorfa inca reproduciendo El bocio no convence a Greenwald, como no nos ha convencido a nosotros, no solo en lo referente al bocio, sino a otras enfermedades que se las quiere representar…”8.
Las revisiones bibliográficas nos han permitido refutar estos criterios.
Las afirmaciones de Greenwald y Paredes B., se deben considerar la época en la que escriben, en aquellos tiempos no había verdaderas investigaciones arqueológicas y mucho menos suficiente experiencia en el campo de la Paleopatología.
“…Colombia y Ecuador son los que tienen la mayor riqueza en el arte como fuente de información paleopatológicas, en nada inferior a la que se encuentra en Mesoamérica (México y Guatemala) y los Andes centrales14.
Otro factor muy importante señala Emma Sánchez: “…el implacable saqueo que todavía hoy continúa padeciendo Ecuador ha hecho que prácticamente la mayoría de los ejemplares se encuentren en museos y colecciones privadas, sin ningún tipo de datos relativos a las circunstancias de su procedencia”13.
El historiador Pardal7, refiriéndose a la Paleopatologia en la cerámica peruana, dice que el investigador Lastre ha observado “dos huacos con figuración de acromegalia y otro con enfermedad de Basedow”.
El médico colombiano investigador en la Paleopatologia, Hugo Sotomayor, en el libro Aproximaciones a la Paleopatología Latinoamericana (2007) nos presenta cinco “casos” con los siguientes pies de foto: “personaje masculino con tumoración en ojo derecho y lado izquierdo del cuello. ¿Enfermedad de Graves- Basedow unilateral? ¿Cáncer con metástasis ocular? Cultura Malagana. Página 154, fotografía 25 y en las fotografías 26 a la 28 con la descripción: “masa cervical anterior por bocio. Tumaco-La Tolita15.
En esta ocasión presento del museo La Casa del Alabado-Quito. La fotografía de una vasija antropomorfa, cara ancha, ojos rasgados, labios pronunciados, a nivel del cuello dos masas lobuladas contenidas lateralmente por manos y brazos. Cultura…
En la iglesia y Convento del Monasterio del Carmen de la Santísima Trinidad (Carmen Alto) de la ciudad de Quito, (abrió sus puertas trescientos años), figura tallada en madera policromada elaborada entre el siglo XVII-XVIII correspondientes al arte popular ecuatoriano y que muestran una masa en la cara anterior del cuello y que sin duda corresponde a un bocio.
En la antes mencionada Iglesia, en un arreglo navideño que representa el “nacimientos del Niño Jesús”, entre las figuras tallados en madera (S.XVII) se identifica un personaje de sexo masculino, de pie, cabeza cubierta con una boina, cara con bigote, vestimenta de traje estilo español, llama la atención la prominencia de tipo bocio en el cuello y en la espalda una gran joroba. Sin lugar a dudas, son representaciones de un bocio y una patología de columna (posiblemente Tb).
Otra figura del arte popular ecuatoriano de entre los siglos XVII y XVIII representa un personaje masculino un cabalgante de sexo masculino, raza blanca, edad adulta, vestimenta haraposa y rota que deja ver los arcos costales y otras patologías: en la cara, ausencia de globo ocular derecho, nódulo sobre la región malar izquierda y ausencia de piezas dentarias, en el cuello llama la atención una prominente masa tumoral bilobulada característica de un bocio gigante.
La escultura en madera policromada mide aproximados treinta centímetros de alto, representa un personaje de sexo masculino cabalgando un chivo un tanto antropomorfo, pues el animal presenta barba, pelo ensortijado y cornamenta de chivo, esta figura se encuentra en el libro “Reflexiones pintadas hasta el año 2000”, escrita por el médico José Varea16; similar figura se halla en el libro Arte Ecuatoriano Salvat19, con el título “figura humorística de tipo popular”.
Estas esculturas en madera de tiempo colonial, son representaciones de vendedores ambulantes o mercachifles que recorren pueblos, popularmente conocidos como taita pendejadas, podrían corresponder a los “cachicaldos” que el arqueólogo Ernesto Salazar los describe: “Los cachi caldos viajan a pie por zonas rurales del país, cargados de inmensos bultos en cuyo interior se encuentran los más variados artículos: medicinas, cobijas, enaguas, ropa interior, pantalones, calcetín es, blusas, comida, ,cortes de tela, ollas de aluminio, vajillas de plástico, etc…”.
Para cerrar esta revisión, presento una poesía de Luis Cordero (1833-1912).
Estudio Eminentemente Práctico.
Que Newton hacia los astros, levante el telescopio.
Que Lacondamine indague, cual es la forma del globo
Que vaya Cook, entre montes, de hielo a buscar el polo
Que Franklin arranque el rayo, desde su seno recóndito.
Que Fulton de a los navíos, la velocidad del soplo.
Que Nadar surque los aires, caballero de un aerostato.
En hora buena, que lo hagan ello.
En cuanto a nosotros.
Antes de pensar en tales portentos maravillosos.
Debemos saber primero, cómo se curan los cotos”. (20)
Cómo citar: Hermida Bustos E. Paleopatología ecuatoriana. El bocio. MetroCiencia [Internet]. 15 de enero del 2024; 32(1):12-19. Disponible en:
https://doi.org/10.47464/MetroCiencia/vol32/1/2024/
Enrique Hermida Bustos
Patología, Neuropatología
Hospital Metropolitano
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0009-0006-1221-3646j